21 octubre 2020

Aberraciones, basura y cal.

Me acerco al abismo absoluto, adyacente y abrupto. Es un beligerante y bello bastión bilateral. Caigo en un caos cubierto de Cola-Cao. Y me distancio diametralmente del dominio doblegado por Dios. En mí emerge un enaltecimiento enterrado en elogios, una explosión empírica pero efímera.

¡Fuera! Sus fútiles fanfarrias, fastuosas y fracturadas. Gozo del galimatías con su grandiosidad (aunque generalista) con gusto. Hablo, la herida se hace hipérbole, más que un hierático hematoma. 

Idiotas quienes lo imaginaron como ilícito e inhóspito. Es un jardín que se jacta de que juegos y juicios se junten sin jerarquías. Hay kilos de kiwis keniatas y koalas kilométricos en un kafkiano kiosco. Lamentablemente los lindes están lacerados, un lugar libre de libertad. Me motivo y me mentalizo, mas los milagros son meras mentiras. No nace nada de naturaleza normal en este nefasto y nostálgico núcleo. ¡Ñam! Obstáculo obnubilado, obra de orfebrería obstinada. 

Los perplejos pájaros pasan pero no paran por prisa. ¿Qué quiero? Me quejo pero me quedo quieto. Rápidamente rozo mi robusto rostro rasgado, río y me relajo. Es una sutil sensación, me sobrepongo al saber que sin sometimiento yo sobro.

"Tú también tienes tus temas" - tengo que transmitirme para terminar este trastorno sin tardar. Me unjo con urgencia en la urea universal y ululo, un ultimátum a esta umbría ubicación. Veo este vergel con valentía y me vislumbro victorioso. ¡A Washington! Con mi xilófono de xenón. Yo, mi yate yanqui yema y ya. Zigzagueando, cojo el zurrón y zarpo; doy zapatazo a la zozobra y a esta zalamera zona.


Jotaauvei